
Cuarenta mil millones de dolares ha gastado Estados Unidos en seguridad desde el atentado de las Torres Gemelas. No ha sido suficiente para evitar que un joven nigeriano, actuando solo, estuviera a punto de hacer volar por los aires un avión con doscientos setenta pasajeros. Como Obama reconoció contradiciendo a su ministra del Interior «ha habido un fallo del sistema».
El alarmante incidente ha sido el tema del fin de año en Estados Unidos. Si el terrorista hubiera sido mas hábil o si uno de los pasajeros no se hubiera abalanzado sobre él cuando se oyo la primera explosion, el avión habría ardido antes de aterrizar en Norteamerica. Una repeticion del golpe de Nueva York. Parece ser que Al Qaida tiene una fijación con atacar aviones de infieles cristianos en fechas significadas, en esta ocasión Navidad. Los comentaristas estadounidenses, algunos de la oposicion vociferando, la cuestión se ha rápidamente politizado, y otros serenamente analizan las carencias del sistema que se pueden resumir en una: sigue sin haber la necesaria coordinación entre las diferentes agencias de Seguridad de Estados Unidos y entre las americanas y las de otros países. El padre del terrorista había acudido a la embajada de Estados Unidos en Nigeria, donde se entrevisto con un agente de la CIA, y advertido de que su hijo tenía un conducta sospechosa. El Centro Nacional Contraterrorista en Washington había recibido un informe que indicaba que Al Queda podía estar preparando un golpe contra un avión utilizando un nigeriano. Las autoridades británicas acababan de negar el visado al joven percatándose de que pretendía estudiar en una Universidad fantasma. Si se hubieran juntado todos estos datos, -nombre proporcionado por el padre, soplo sobre Al Queda, negativa británica-, algo como lo que se hace rastreando una información en Google, habría sonado la alarma y no se habría permitido que el terrorista tomara el avión. No se hizo y ahora, con la psicosis, se somete a millones de personas a engorrosas incomodidades que se unen a las que sufríamos, habrá que estar antes en el aeropuerto, cacheos mas dilatados, no se podrá ir al lavabo en la ultima hora de vuelo... Obviamente mucha gente que solicite visado para Estados Unidos encontrara más problemas o dilaciones en conseguirlo porque la primera medida que se impone ahora, ante las críticas, es que las embajadas de Estados Unidos criben con más celo a los solicitantes (el nigeriano tenía visado). Ya se pide que la lista de 14.000 sospechosos mundiales que manejan las embajadas se amplie a 30.000. Lo que significará retrasos, pejigueras o negativas para cualquier estudiante o turista que tenga un nombre parecido al de un sospechoso.
Un senador solicita que se duplique el número de agentes de seguridad en el aeropuerto, más gasto, y renace la polémica de instalar máquinas más sofisticadas en los aeropuertos. Podrían detectar los 80 gramos de PTNE que el terrorista Adbudmutallab había escondido en sus calzoncillos pero también revelarían con claridad zonas íntimas de los viajeros. Varias asociaciones claman ya contra lo que consideran una flagrante invasión de la privacidad. Un padre, frecuente pasajero, sostiene que hay que hacer algo serio pero no quiere que nadie este «escrutando en detalle el cuerpo desnudo de su hija de 13 años». Y de cualquier edad, podría decirse.
Todo esto, el engorro de millones, el coste astronómico, la tensión, que alguien te pueda ver el culo y la inevitable realidad de un próximo atentado con éxito es consecuencia directa de que la cosecha de terroristas suicidas en el mundo musulmán es prolífera y, sobre todo, de que esos iluminados suicidas han sido intoxicados por unos centenares de santones fanáticos que les inculcan que inmolándose sacrificando a infieles y blasfemos es un pasaporte directo a un paraíso envidiable en el que les esperan 72 vírgenes para cada uno.
El universo musulman, en su generalidad, no es menos pacífico que el cristiano. La población islámica detesta la violencia como usted o como yo. Pero lo que resulta chocante es que, ante el bárbaro extremismo de esa minoría fanatizada, la inmensa mayoría musulmana que forma y crea opinión, maestros, periodistas, imanes y dirigentes políticos o sindicales… no salga inmediatamente a la palestra y fulmine en público a los terroristas, diciendo con rabia que son asesinos y que sus actos no tiene nada que ver en el Islam. Tambien es curioso que los dirigentes occidentales no insten constantemente a sus colegas islámicos a que lo hagan.
http://www.laverdad.es/albacete/20100105/opinion/terrorismo-2010-20100105.html